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Desde finales del siglo XIX en las ciencias naturales y en particular en la Flsica. los paradigmas positivistas habían entrado en crisis. Esto se hizo todavía mucho más agudo en las ciencias sociales. en las cuales las leyes que parecían inconmovibles se hicieron añicos ante las profundas transformaciones que en países que parecían la expresión más progresista de la humanidad. iban acaeciendo. Para muchos la situación se co¬rrespondía a un total caos: Nada es predecible, nada es deter¬minista, nada es previsible. nada se corresponde con las regularidades. con las leyes, con la causalidad.
Por otro lado, independientemente que la tecnología sí tuvo un avance extraordinario, sobre todo con el desarrollo de los microprocesadores, la computación, el internet, la banda ancha, que multiplican de una manera exponencial, la manera de pensar y hacer del hombre, no se resuelven los aspectos más esenciales y profundos de la espiritualidad, de la subjetivi¬dad del hombre. La guerra sigue siendo el camino del entendi¬miento, y la intolerancia y el desprecio a los pueblos el camino de la política.
Tal parecía que aquel acierto de: La relación entre las fuerzas productivas, las relaciones de producción y la conciencia de los pueblos no pareciera que funcionara.
Sin embargo, los científicos, filósofos, economistas, pe¬dagogos, psicólogos, sociólogos y otros, apoyándose en las ideas más frescas de la ciencia y la cosmovisión originaria se disponen a través de lo complejo emprender el camino del reencuentro con la epistemología de la ciencia, aún en el medio del caos. Quizás conjugando el c~os con la epistemología o de otra manera con la EPISTEMOLOGIA DEL CAOS.
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