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Si los seres humanos son los únicos seres que habitan, como dice IIlich. «La casa no es una madriguera ni un garaje. En muchas lenguas en vez de habitar puede decirse vivir. La equiparación de habitar con vivir procede de una época en la que el mundo era habitable y los hombres habitantes. Toda actividad se reflejaba y repercutía en la habitación. La habita¬ción era siempre huella de la vida» (1). De ahí que antropólo¬gos y sociólogos consideren la vivienda como una de las for¬mas de la cultura material. Hemos querido iniciar el libro con esta consideración an¬tropológica con el fin de que, a modo de marco referencial, nos permitan encuadrar los análisis posteriores, especial¬mente todo lo referente a los aspectos metodológicos y téc¬nicos. En todo momento, de manera explícita o implícita queremos tener en cuenta la estrecha relación que existe en¬tre vivienda y vida humana.
Esta íntima relación queda clara y bien especificada en las funciones que, según la OMS (2), debe cumplir la vivien¬da, atendiendo a la satisfacción de necesidades fisiológicas, psicológicas y de prevención de contagios.
• Necesidades fisiológicas:
a) Atmosfera de pureza química razonable ;
b) Medio térmico que evite perdidas en exceso de calor ;
c) Medio térmico que permita una perdida adecuada de calor humano ;
d) Luz diurna suficiente ;
e) Luz artificial suficiente ;
f) Protección del ruido excesivo ;
g) Suficiente espacio para ejercicio y juego de los niños.
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