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Todo intento de poner límites a un campo de labor intelectual es por naturaleza estéril. Sean cuales fueren los límites fijados, incurriríamos inevitablemente en omisio¬nes de autores cuyas obras deben mencionarse. Y si nos extendiésemos para dar cabida a esas obras y a esos auto¬res, acabaríamos, también inevitablemente, por incluir a algunos que habríamos excluido en el otro caso. Lo que hoy nos parece firme porción de nuestra pequeña here¬dad, acaso ayer fue mirado como elemento intruso, y pue¬de mañana escapar de nuestro dominio y erigirse en cien¬cia independiente que aspire a determinar sus propias fronteras.
No obstante, no podemos esperar que el alumno pe¬netre en un campo de estudio totalmente indefinido y sin acotar. Si queremos hacerle que abarque todo, no llegará a dominar nada. Huirá temeroso, y con razón. Definir los límites de un campo de investigación puede resultar, a la larga, un intento vano; mas, para empezar, se hace in-dispensable establecer ciertas lindes, aunque sea provisional¬mente. No veremos en ello gran peligro si tenemos en cuenta que de ese modo se facilita la comprensión. La delimitación nos servirá a modo de holgada capa para trazar contornos, y no de rígida coraza que nos constriña sin cesar, aunque resulte útil para contender con otras disciplinas que aleguen derechos sobre el mismo terreno.
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