Después de la Guerra del Chaco y de la firma del Tratado de Paz, Amistad y Límites de 1938, resultó imperioso para el paraguay y Bolivia dar sus relaciones bilaterales un contenido diferente al que habían tenido hasta entonces. La paz sólo podía consolidarse mediante vínculos nuevos, que permitiesen afianzar la confianza entre los gobiernos, reconciliar a las sociedades y enterar los recuerdos dolorosos de la conflagración bélica.